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Dicen que así fue

En una de esas mañanas cuando el sol entra por la ventana de manera tan abrupta que la luz se apodera de cada rincón obscuro que hay en el cuarto, iluminándolo por completo, como haciéndonos una cordial invitación, a disfrutar de esos días que ahora parecieran ser días extraños, por su mismo resplandor. Es lo mismo que pensó Agustín, que al percatarse de la presencia de tan agradable visita en su cuarto se dispuso a abandonar la cama en un movimiento brusco, en un salto que no dejaría dudas de que la apatía no seria su compañera en un día como ese. Al instante de abandonar la cama inicio con lo que era ya su rutina; arreglarse, tomar el desayuno, echarse la mochila al hombro, y salir a vivir un día más en su vida. Una corazonada le decía que este seria un día especial, un día para recordar, pero a su vez no sabía por que, Apolo ya había puesto de su parte con un hermoso día, no tenia nada especial planeado; fuera de tener un par de reuniones con sus amigos, y de comprar en el mercado un par de cosas, las que él solía llamar triviales (cepillo de dientes, peine, gel, crema, etc.) a pesar de estar presentes en su día a día, no tenia ni la mas remota idea de que era. Al salir de su casa Agustín se encontró con la vecina, una mujer de edad avanzada, casada y que eran desde que él tiene memoria los “viejos” de la cuadra. Para este momento Agustín ya contaba con 24 años, cercano a ser todo un profesionista, estaba a punto de terminar su carrera como Abogado, había conseguido hacer sus practicas en un buffet con mucho prestigio, en la cual esperaba encontrar empleo o los contactos necesarios para no pasar penurias buscando uno. Estaba muy bien preparado, era bilingüe, tenía buenas maneras, buenos modales, se podría decir que era el novio que toda madre busca para su hija; o al menos era lo que él pensaba, con falsa modestia. Joven, lleno de vida, de ilusiones saludo cortésmente a Doña Margarita, que como de costumbre estaba regando su jardín, el cual era la envidia de los vecinos por la belleza, la variedad de flores, por lo colorido que resultaba a la vista, sin duda digna imagen de una postal; aunque también solía ser la respuesta para muchos jóvenes enamorados, que a falta de dinero para poder comprar flores para la amada, solían visitar ese jardín con la complicidad de la noche para dar muestras de su amor a la prometida en cuestión. Y fue en una situación como esa, en que Agustín y Doña Margarita tuvieron su primera charla sin los formalismos de solo saludarse al cruzarse en el camino, ella lo sorprendido infraganti al escuchar ruidos en el jardín. Habían pasado 6 años, de cuando Agustín loco de amor y desesperado por reconciliarse con su amada, tomo la iniciativa de hurtar las rosas blancas que estaban en su punto de mayor esplendor. El plan estaba listo para llevarse acabo, esperaría que la luz de la sala se apagara, eso ocurría después de las diez y media de la noche, era cuando terminaba la novela en turno. Incursionaría con sigilo, se le facilitaba por el hecho de ser vecinos, cruzar sin ser visto por la cerca que los separaba, que irónicamente era el resguardo del jardín, y a su vez seria su aliada para cubrir su fechoría, pensó él, sin embargo esa misma cerca lo delato. Doña Margarita no hizo drama, por el contrario le enterneció escuchar los motivos que lo orillaron a hurtar las rosas sin permiso y fue ella misma quien se las regalo. Agustín tiene muy grabado en la memoria las palabras que su madre pronuncio un día ya lejano, cuando él era niño y deseoso por comer chocolates antes de la hora de la comida, aprovecho que estaba solo en casa, se dirigió a la cocina, uso sillas, bancos y demás artículos que le fueron útiles para hacer su escalera y obtener la tan preciada caja de chocolates. Después de tener la caja en su poder y arrasar con ella, limpio la escena del crimen, pero olvido por la adrenalina que corría por su diminuto cuerpo, el muñeco que recién le habían traído los Reyes Magos; un muñeco de acción que llevaba consigo a sol y sombra. Al sentirse confiado de estar fuera de cualquier sospecha por su travesura, no adivino la sorpresa que se llevo al escuchar el llamado de su madre dos horas después cuando regreso de hacer las compras en el mercado. -Agustín ven aquí, estoy en la cocina- le dijo. -Bajo en un momento- contesto él. Al llegar a la cocina vio a su madre sentada en la mesa, con la caja de chocolates y su muñeco, sintió un frio helado recorrer su espalda, y sin mas se sintió atrapado de la manera en que menos podía alegar ser inocente. Ante su reacción, su madre le dijo: -Ven, acércate- moviendo la silla e invitándolo a tomarla -Heee lo siento, no quería comer todos los chocolates, pero… -¡No resististe mas y te comiste toda la caja, y tanta fue tu emoción que olvidaste el muñeco que tanto te gusta! ¿No?- -Si, perdón, no lo vuelvo a hacer- dijo esperando zafarse de alguna tarea extra por su falta. -Mira Agustín, eres un niño y debes entender que hay reglas, y si las rompes hay consecuencias, además no hay crimen perfecto, siempre hay algo que nos puede delatar, no lo olvides. En cuanto a tu castigo ya veremos. Y así fue. Al detenerse y darse los buenos días mutuamente, Doña Margarita le dijo: -¡Agustín, disfruta de este día, es hermoso, parece que invita a cantar, a levantarse de buen humor, seguro algo bueno pasará! ¡Además es sábado, el fin de semana esta aquí! – -Si eso mismo pienso yo. Ya lo estoy disfrutando. ¡Tengo la sensación de que sus palabras serán de profeta! -Cuídate mijo y que te vaya bien- se despidió amablemente Doña Margarita Continúo su camino rumbo al mercado, compro lo que necesitaba. Les hablo por teléfono a sus amigos para confirmar el lugar donde se verían, un lugar en una plaza comercial, para distraerse y perderse entre la gente. Él sabía que tenía tiempo, pues sus amigos no se distinguían por ser como los relojes suizos. Llego a la plaza comercial y se dispuso a caminar, a mirar a través de los aparadores y ver el último grito de la moda. Pensó en como gastaría sus primeros cheques, cuando los tuviera, claro. Aun faltaban cuarenta minutos para que sus amigos llegaran, sin contar el tiempo extra por esperarlos, y Agustín ya había terminado su recorrido por la plaza comercial. Decidió tomar asiento y leer el periódico, la sección de deportes; su favorita, para enterarse de las nuevas noticias, los resultados, los comentarios de periodistas, futbolistas y de todo lo que rodea a la “redonda”, para seguir confirmando cuantas emociones, dinero, charlas y pasiones ruedan detrás de un balón, que sin proponérselo su creador o creadores, desde hace mucho tiempo este deporte acapara la atención de lo que es realmente importante. Una vez leyó una cita de un ex-futbolista, Arrigo Sachi: -El futbol es lo más importante de las cosas menos importantes- y el estaba completamente de acuerdo. Al verse sumergido en su lectura no aviso de la pareja que se sentó a su lado en la banca, una pareja joven, de buena posición económica a decir por las ropas y accesorios de ella, y al buen gusto de él por su perfume fresco y sofisticado, o al menos era esa la primera impresión que le causaron. La pareja se veía como una familia para promoción de un comercial, ya que el cuadro era completado por un niño de no más de seis años, podrían ser la familia perfecta, pensó para sí mismo. No había nada raro en ellos, todo era perfecto hasta que Agustín vio al niño con detenimiento y se dio cuenta que no era “normal” parecía tener un tipo de discapacidad, pero eso no le evitaba actuar como el mas normal de los infantes, y jugar en cuanto lugar le fuera posible con su pelota. Y fue esa pelota la que rompió el hielo, ya que el niño la pateo llegando a los pies de Agustín, que de un movimiento ágil y rápido, “mato la pelota”, despejando cualquier duda de cual era el deporte que practicaba. Le regreso la pelota al niño mientras los padres se disculparon con él e intentaron meter en cintura a su hijo. A lo que Agustín intervino. –No, no se preocupen, no hay problema, no pasa nada. Él solo se divierte, a mí no me incomoda. -¡OH! Gracias, que bueno que pienses así, mucha gente hoy en día se molesta por verlo jugar, y reaccionan peor por su estado-. Dijo el papa con un tono cordial y amable en su voz. -Bueno, no creo que la gente debería reaccionar de tan mala manera, todos fuimos niños e hicimos lo mismo, jugar y jugar- -A mi me gusta mucho jugar, de grande voy a ser futbolista- dijo el pequeño, interviniendo en la charla. -¡Ah, mira que bueno! ¿Y en que posición de gusta jugar?- apunto Agustín. -Delantero, me gusta meter goles, pero también me gusta ser portero, me gusta aventarme por el balón- al instante se lanzo despejando cualquier duda de sus palabras. -¡Que bueno, que te guste, practica mucho, para que seas mejor que muchos que salen en la televisión y que solo dan pena!- -Que amable eres, parece que tienes hijos?- acoto la madre, entrando en la conversación. Lo que desato la risa de Agustín, diciendo. -No, aun no, soy muy joven para eso, primero quiero vivir, viajar, conocer el mundo y después que vengan los que quieran- -Seguro quiere un equipo de futbol-dijo el padre desatando la risa de todos. -Jajaja, no seria mala idea-dijo Agustín. -Mira que se ve que eres buena persona, seguro serás buen padre, pero primero haz lo que dijiste, viajar, conocer, aprender de mucha gente en diferentes latitudes, eso te servirá mucho- agrego la esposa. La charla prosiguió entre ellos, matizada con los juegos del pequeño Manuel, que no cesaba en jugar. El tiempo pasa deprisa, y mas cuando uno logra entretenerse, pensó Agustín luego de recibir una llamada de sus amigos, que lo estaban esperando en el lugar convenido.

Las aventuras se dibujaban con diferentes colores en las diferentes situaciones que se presentaban, hacia lo que su instinto le dictaba y lo que sus colegas le decían. Tenía empatía con la gente en su trabajo.

Con el andar del tiempo conoció poco a poco a todos y cada uno de ellos, sus cualidades y defectos, sus temores, sus fortalezas. A veces era difícil saber quienes eran los discapacitados, los que él cuidaba o la gente afuera, en la calle. En mas de una ocasión Agustín sufrió discriminación, marginación, gestos poco amables, intolerancia, incomprensión; donde todas estas “muestras de afecto” tenían un común denominador, su aspecto físico, era la causa por la cual mucha “gente normal” evito un contacto con él. O al menos esa era su impresión, esa fue a la conclusión que llego después de tratar de entender lo que le pasaba.

Agustín se creía preparado para sortear todo tipo de pericias, creía estar lo suficientemente experimentado para lograr entender y encontrar las respuestas que venia a buscar.

Nada mas alejado de la realidad, en muchas ocasiones hizo gala de sus  dotes en otras lenguas para comunicarse con las demás personas, pero parecía que en realidad no hablaba el mismo idioma, al ver el rechazo o el nulo puente de comunicación, tan básico entre dos personas para poderse entender. Se frustró que dio gusto, pero siempre preguntándose:

-¿En dónde  están los discapacitados? ¿Quién debe cuidar a quién? ¿Quién debe enseñar  a quién?

Los discapacitados con los que trabajo, o las personas con las que me cruzo en la calle. ¿?-

Esos discapacitados que lo veían a diario, le hablaban a diario, comían con él, jugaban  con él; sin importar su color de piel o acento, tienen menos prejuicios, y sin embargo son ellos los que están atrapados en prisiones de carne y hueso. Los que tienen que esperar una orden para hacer algo, los que tienen que recibir una ayuda para hacer esas trivialidades de las que Agustín no ponía atención. Comprendió mas ayudando a lavarse los dientes, a poner una camisa, a tratar de responder el por qué del color de los árboles, o las hojas.

Agustín aun no termina su aventura, esta va a la mitad, aun queda camino por recorrer, él sabe que esas personas que ha encontrado en su andar, discapacitados y no, le enseñan cosas nuevas, ahora mira con diferentes ojos los paisajes que lo rodean, los aromas que captan su atención.

Aun no responde sus preguntas, se mira en el espejo y se ve diferente, pero aun con preguntas sin resolver. Deja viejos vicios y adopta unos nuevos. Las palabras de sus seres queridos ahora tienen mas significado, están mas presentes que antes.

Agustín no ha dejado de asombrarse por las nuevas aventuras que ha vivido, entiende que nunca se puede ser demasiado viejo para aprender, pero también que no se puede ser tan falto de modestia para creer saberlo todo. La vida parece curiosa en su andar, y el destino luce manejado por un chiquillo que se divierte a nuestra costa. Agustín se adentra en busca de las respuestas a sus preguntas, pero no logra a un descifrar todas…

Esta historia parece no empezar o no seguir, pero no es así, lo que pasa es que yo tengo ese don de adivino del ciego del parque, tut mir liad. También estoy ansioso por saber en que termina, que mas sigue

Ya les contare que más me dice Agustín… Por el momento:

Ojos bien abiertos y corazón pleno

by Jorge Luis Fentanes Colin, Mexico