Tell us about your voluntary experience abroad!

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Third edition

We are happy to announce that the third edition of Scriptamanent is about to be launched. This year the project got the support of Europe for Citizens program and will focus on volunteerism for active citizenship.  Visit our new blog!

The winner is..

First of all we want to apologize for the delay. We got many good pieces of writing and it was very difficult to take a decision. Finally we can announce the winner of the second edition of Scriptamanent, who is Antonio Cutro.

We are also happy to inform that the 3rd edition will be launched in September 2011 and it will be supported by the European program “Europe for Citizens”.

Stay tuned because in a few weeks the book will be published on this blog!

Thank you!!

The competition is now closed. Thank you for sending your writings. It will be possible to vote until th 1st of April 2011. The winner is expected to be announced by the 1st of May.

Utopía argentina

La utopía es un horizonte. Si caminas diez pasos ella camina diez pasos. Si caminas veinte pasos, ella va veinte pasos más allá. ¿Para qué sirve entonces la utopía? Para eso sirve, para caminar.

En la pantalla de mi retina había aterrizado en ese aeropuerto cientos de veces. Entre todas ellas, la que pisé suelo argentino con mis propios pies, aquella en la que no corría el riesgo de que el despertador sonara y las imágenes se desvanecieran lentamente, fue la más difícil.

Un punzante dolor en la sien apareció cuando la señal del cinturón se iluminaba. El Río de la Plata nace frente a mí, pero toda mi energía está concentrada en ese dolor que crece y crece. Y cuando mi cabeza está a punto de estallar, las ruedas entran en contacto con suelo argentino y ese fue el mejor sedante. Más tarde, mientras luchaba para que en la oficina de maletas perdidas tomaran nota de mi dirección, o mientras trataba en vano de ponerme en contacto con la persona que llevaba esperando varias horas tras la puerta de llegadas, no tuve tiempo ni ganas de acordarme de esas punzadas, que poco a poco iban remitiendo. ¿Sería ese mismo dolor el que sentí veintitrés años atrás mientras salía lentamente del vientre de mi madre? ¿Sería esa mi nueva bienvenida al mundo, al mundo del Sur?

          En los instantes siguientes recibí una tormenta de estímulos, de bienvenidas, de nombres propios e impropios, de imágenes en blanco y negro, de miradas recelosas, de olor a pollo hervido, de besos y sonrisas. Aprendí lo que era un “quilombo” y una “patente”. También tomé mi primer mate. Ante esa tormenta me olvidaba constantemente de que aquella utopía de adolescente había dejado de serlo.

Cuando salió la luna y por fin cerré los ojos me vinieron a la cabeza unos naipes gigantes que se deslizaban sobre un enorme tapete verde. Aquel día se repartieron las cartas para jugar esa partida que duraría todo un año. Una partida que sería una de las más importantes de mi vida.

A la mañana siguiente desperté con el aleteo de un ventilador imprescindible. Mis ojos tardaron varios segundos en enfocar. Mi mente tardó algo más en reconocer aquella habitación de hostal como mi refugio en las próximas semanas. Monté en un viejo autobús que una hora después me dejaba a las puertas del Hogar. Allí trabajaría todo un año, con esos dieciséis chicos, y con sus dieciséis historias. Historias con alma. Historias como esa sombra a la que de pequeño trataba de esquivar en las tardes de verano. Tal vez por esa sombra (que tampoco  pueden esquivar) cierran con llave su confianza. Y sus palabras. Y sus sonrisas.

         Así empezó mi labor de cerrajero. Y lentamente los chicos fueron abriendo sus puertas. Elena me habló de sus noches en la calle. Había vivido demasiado rápido. Los más pequeños de la casa reclaman mi presencia. Una partida al pajarito inglés es su mejor regalo. Antes de acostarse quisieran ponerse al día con los cuentos que nunca les leyeron. También ellos habían vivido rápido, y cuando se vive rápido no hay tiempo para cuentos.

         Buenos Aires me espera, como una gran tarta a la que no sé por dónde dar el primer bocado. Esa ciudad a la que había deseado tanto ir, en la que había paseado con los ojos cerrados y una neblina mágica. Buenos Aires sería parte de mí durante todo un año. Y yo prometí ser parte de ella. Una tarde, en el viejo metro de madera que recorre sus tripas, sellamos en secreto nuestro pacto.

         Llegó la Navidad. El calor no da tregua pero Papá Noel lleva su casaca roja también en el Sur. En Nochebuena no hubo champagne ni salmón ahumado ni caviar. En cambio hubo ensalada de patatas, muchas risas y una felicidad que me hacía sonreír a cada instante. El día de Navidad tampoco apareció el caviar, ni siquiera el salmón ahumado; en cambio tuvimos juegos en el parque, un sol radiante y una piscina azul. ¡Qué pena de piscina! Por entonces mi maleta seguía visitando aeropuertos con mi bañador adentro.

La vida pasa lentamente en Argentina, a ritmo de ese viejo bus que cada tarde me deja en el hogar. Concentro mis esfuerzos en apoyar a los chicos a que recuperen las asignaturas que suspendieron. Siempre hay tiempo para jugar – y perder – una partida al futbolín. Y para merendar pan untado con dulce de leche mientras hablamos y hablamos. Ya es de noche cuando salgo del hogar para regresar al hostal. Está oscuro y los chicos me dicen que tenga cuidado. Ha sido un día agotador y tengo ganas de llegar a mi habitación y darme una ducha. Cuando abro la puerta todo está patas arriba. En realidad, todo menos el ordenador portátil. Voy rápido a la maleta. No, no está. Se esfumó también el dinero de dos meses… Me siento impotente. Salgo al balcón a respirar. Al día siguiente visité una comisaría anclada en los primeros años del siglo pasado. Por lo menos, esa mañana apareció mi maleta. Menos mal que la ilusión la llevaba conmigo y no alcanzaron a robármela…

         Me encanta ese momento. El sol se debilita por segundos. Un vecino toca el bandoneón en la puerta de su casa. Le sonrío. Me sonríe. Llego a las puertas del colegio. Del letrero que indicaba su nombre solo quedan un par de letras. Hay un papel en la puerta. “Rogamos a los padres que traigan lejía y otros artículos de limpieza para desinfectar el Centro. La Dirección”. Los chicos salen de clase como si se tratara de una procesión, con la maestra en cabeza. Juan sale el último. Me saluda. –Estos dibujos son para vos, los pinté en el recreo.

         Pronto encontré un pequeño apartamento. Y mi lugar en ese mundo sureño. El calendario cada vez tiene más prisa, devorando los días. Ese sería mi peor enemigo. En mis manos estaba disfrutar cada instante.

         Buenos Aires me mata. Me matan sus librerías de viejo, su metro de madera, sus cafés con olor a tango. La luna vigila sus largas avenidas y los coches transitan por ellas como manadas hambrientas. Un grupo de jazz toca en la calle. Entro a un viejo teatro. Tal vez no hubiera sido necesario. Sin duda es mejor el guión de mi propia vida.

         El teléfono interrumpe la reunión semanal de equipo. Agradezco el descanso porque ya llevamos varias horas debatiendo. Compartimos el mate y nuestras opiniones sobre la casa. “Tendríamos que comprar más verdura” o “Les tenemos que pedir un esfuerzo en la escuela” –Elías necesitaría una actividad. -¿Qué les parece un deporte? –Yo me encargo. Días después nos presentamos juntos al primer día de entrenamiento. El resto de chicos del equipo de rugby tenían zapatillas de marca y sus papás les acompañaban en coches de alta gama. Elías no tenía nada que ver con sus nuevos compañeros pero algo me decía que en aquellos momentos era más feliz que todos ellos. Yo le miraba sentado en la hierba. No es capaz de controlar el balón pero el entrenador le dice que siga así. Sonríe, orgulloso. Me busca entre los padres y levanta la mano. Yo también sonrío, sí, yo también estoy orgulloso. Cierro los ojos y deseo con todas mis fuerzas que ese momento no se acabe nunca.

         – A las diez y cuarto en la estación. –Allí estaré. El rostro de Leandro se adivinaba al otro lado del cristal. Al bajar de aquel bus sus ojos se iluminan cuando me reconoce entre la muchedumbre. Esta vez sería yo su anfitrión. Iba a ser su día y quería que todo saliera perfecto. Cociné tortilla española, ese manjar que me hacía volver a mi tierra, aunque para ellos solo fuera “la cosa española con huevo y patatas”. Jugamos a las cartas y aprendió algunos acordes de guitarra. Comimos helado y nos dejamos caer por una vieja feria de atracciones oxidadas. Le acompañé a la estación para que regresara al Hogar. Se sentó en el mismo lugar. Yo le miraba desde el andén. Llevó su dedo al vidrio y escribió “Gracias”.

         Mi escuela particular fueron todos esos corazones que me encontré en el camino. Todas las conversaciones alrededor de un fuego. Todos los lugares que conocí en este tiempo. Pasé frío en las profundidades de la Patagonia. Masqué hojas de coca en las llanuras andinas. Viajé en abarrotados trenes junto a señoras que vestían sus trajes bolivianos. Me volví loco al ver las Cataratas del Iguazú. Disfruté de los atardeceres uruguayos. Ascendí con mis propios pies hasta lo más alto del Macchu Picchu. Pero sobre todo, fui feliz.

         Es domingo, una tarde gris. Gris como los rostros de esos cuatro hermanos que de vez en cuando pasan por el Hogar pidiendo algo con lo que matar el hambre. Ellos no tienen la suerte de vivir allí.  Nos esperan en la puerta, mirando la mercancía que cargamos en las manos. – Aquí tienen chicos. -Le agradecemos mucho, señor. Y los cuatro pibes desaparecen al doblar la esquina. Al cabo de unos minutos el timbre vuelve a sonar. Desde la distancia veo como se sortean quien tomará la palabra. Pierde la pequeña. Su voz tiembla al pedir algo caliente. Los chicos del hogar comen tortas fritas para la merienda. Al volver a la cocina en busca de las tortas me invaden las preguntas, mientras nuestros chicos toman café con leche y miran televisión. ¿Por qué estos sí y aquellos no? Las tortas fritas desaparecen en instantes. Otra de las hermanas susurra que llevan dos días sin comer. Los cuatro van descalzos. -¿No tienen zapatillas?-. El mayor saca unas de una bolsa. Están rotas, muy rotas. Estallan en carcajadas. Nosotros también reímos. Desbordan inocencia y felicidad. No veía unos niños tan felices hacía mucho tiempo. ¿Cómo se llaman, chicos? Alexis, Melina, Araceli, Princesa. Juegan entre ellos. ¿Van a la escuela? Sí, sí, sí, yo no. ¿Por qué no vas a la escuela, Araceli? Porque no tengo un cuaderno. Terminan las risas. Se está haciendo tarde. Gracias. Esperen. ¿Vos querés ir a la escuela? Sí. ¿De verdad? Sí. ¿No te vas a comprar otra cosa con estos dos pesos? Alexis me promete que su hermana se comprará el cuaderno. La cara de Araceli es otra. La nuestra también. Gracias, gracias, gracias. Nos saludan desde la esquina con la mano. Y al entrar al hogar me da por llorar… Una semana después, el timbre sonó de nuevo. Era Alexis. – Señor, tengo algo que decirle. Araceli se ha sacado un ocho en la escuela.

         Desde ese aeropuerto, a punto de embarcar, rescaté de mi memoria aquella tarde gris. Y un nudo se me puso en la garganta. Sería muy duro desprenderme de esa vida que un día dejó de ser un sueño. Cada abrazo de la noche anterior había sido doloroso aunque me prometí no dejar de sonreír. Para viajar me habría bastado con una tarjeta de crédito. Pero no, yo no quería eso. Yo no quería viajar, sino ser parte de algo. Hoy solo me quedan estas líneas y el recuerdo, el recuerdo de un voluntario feliz.

by Julián Arranz Sanz, Spain

Diario di Bahia

intro – Bene. Dovevo andare in Madagascar, ma sono andato in Brasile. Meglio così.

Miracolosamente sono riuscito a tenere un diario, ad annotare qualche impressione nei ritagli di tempo. O a ritagliarmi un po’ di tempo per pensare qualche impressione. Per chi vuole farsi un’idea, qui di seguito c’è qualche riga di quelle scritte a biro che restano nel diario do brasil.

Si poteva scriverle meglio, o riscriverle… ma ho lasciato le parole così come le avevo scritte là sulla terra del Brasile, tra un bicchier di succo e quattro chiacchiere.

Grande semplicità e considerazioni reali.

29.07.10 – Dopo l’aggressione in spiaggia a Salvador… ci rifacciamo con la colazione a base di cous cous di miglio, papaya e banana… già indimenticabile. Abbiamo visto le multinazionali a Feira de Santana, due megastabilimenti Nestlé. La Chiesa di Ipirà ha i neon blu, come in Calabria.

C’è molta più terra che da noi, ma la gente lotta per la proprietà della terra. Contraddizioni. Il salario minimo è aumentato… ma chi lo riceve?

01.08.10 – Oggi è domenica. Giornata libera prima di cominciare col progetto, siamo andati a fare il bagno nel Paraguassu (il fiume che passa qui)… senza parole. Ci è anche capitato di assistere a un batisado evangelico. L’idea era di andare a piedi, ma andando in là ci carica un tram, e al ritorno uno pseudo pick-up fiat (nel cassone insieme ad altri 20 fino a casa). 

02.08.10 – A zona rural produz e a fome vai embora. (La campagna produce e la fame se ne va!) – Prima ti valorizzo, tu produci e la fame se ne va, è merito tuo. Da noi sarebbe: io sono il politico tal dei tali e ti do la soluzione, a questo tuo problema.

Abbiamo cominciato col progetto PASSO A PASSO, ci telefona Marta alle 6.40 per darci la sveglia, si lavora dalle 7.50 alle 16.30. Lezione al mattino, attività al pomeriggio (oggi toccava alla pallavolo e al laboratorio di carta riciclata). Il progetto ora si regge senza l’aiuto dei missionari, sostenuto dalla prefettura locale.

La salsina di pimenta a cena… è stellare! Poi una birretta brasiliana, leggerina e servita rigorosamente ghiacciata (che se no, non sta bene). Io sono nato in settembre, mi dicono che è il mese di Cosmo e Damiao, grande festa nel culto del candomblé, e che tengo una personalità forte. Il prefetto, un po’ sul brillo, ci viene a salutare (lui è un bianco) e dice che siamo i suoi amici italiani… evocando la telenovela PASSIONE.

03.08.10 – Secondo giorno nel progetto, facciamo un’scita coi bimbi nel bairo alto. Piove, ma per la gente è come se non piovesse, sono goccioline fini molto gustose. Il capofila guida gli altri a ritmo di tamburo, nella scuola ci sono i cartelloni con le scritte di Leonardo Boff. Scenetta, poi torniamo al progetto. Un po’ di calcio sulla pista, rigorosamente scalzi (infatti mi sono massacrato un piede) e con palla un po’ sgonfia. Si gira in havaianas e maglietta.

Maglietta che non deve essere fighissima, ma semplicemente maglietta, la sensazione di non doversene curare è evidente. Abbiamo cominciato a catalogare i libri del progetto, sono circa 600 volumi tra favole, racconti, poesie, leggende e altro.

Intorno ci sono gli orti con un sistema di irrigazione (che qui non usa praticamente nessuno), la terra è buona… crescono verdure dai colori fantascientifici. Ci lavorano alcune famiglie: metà va al progetto per preparare i pranzi e metà a chi ci ha lavorato (che può anche venderlo).

La prossima settimana ci vogliono incastrare in un festival della pizza e coinvolgere tutto il paese. Alcuni momenti sono da cartellone Unicef per i bambini poveri, ma la sensazione è quella di una comunità rivolta al futuro, si lavora per un domani. Le prospettive non ci sono, si lavora per crearle.

A cena siamo ospiti, tutti in cucina, il tavolo è piccolo e le sedie poche, nessun problema… riusciamo comodamente a cenare tutti (noi non avremmo invitato nessuno, o solo pochi intimi con la tavola in ordine). Mangiamo il piatto tipico della festa, a base di salsiccia e banana verde: il godò… buono!!

04.08.10 – Ho appena bevuto un bicchiere di coca, qui in casa. Qui i bicchieri sembrano vasi di marmellata. Il progetto acquisisce pian piano una dimesione quotidiana di lavoro, i bambini ci chiamano “tio” (zio). Non c’è un educatore a sorvegliare ogni 10/15 bambini… incredibile eh?! E i bimbi sopravvivono benissimo, nonostante tutti i nostri genitori apprensivi. Secondo il nostro modo di vedere, i bambini devono essere messi in condizione di non potersi fare male, di non incontrare pericoli (mettiamo anche la gomma agli spigoli dei mobili di casa)… il che è finto, nella vita poi non sarà così. Qui è diverso, e i bambini sono più scantati, giocano da soli e se uno si fa male o litiga, un terzo va a chiamare l’educatore che allora interviene.

Scena: un gruppo sta facendo il tiro alla fune, casino. Una bimba dice “fila”… pronto! Tutti in fila, si danno un numero, quando uno sbaglia va sotto un altro, si autoregolano e si mettono d’accordo. Senza bisogno di un educatore/animatore che proponga un’attività e spieghi le regole e sorvegli il gioco, ecc… Prodigioso? Bè, ci sono sicuramente aspetti di poca cura dei bambini (anche perché se hai 11 figli, vedrai che sei meno oppressivo)… ma si tratta anche di riconoscere che non c’è sempre bisogno di controllare, sapere e sorvegliare, che sono capaci da soli. Dopo di che, libertà e liberazione sono idee che si innestano su tutto un vissuto coerente.

Ci dicono che i bimbi spesso ci sono addosso, perché loro vorrebbero essere bianchi. Boa noite.

05.08.10 – Gli italiani mangiano poco, mi dice la cuoca del progetto… “non vorrai mica diventar magrolino magrolino??”. La Giuly si è fatta il piercing, un’amica, a mano, ghiaccio, ago e via! Al pomeriggio escursione scalando rocce (in havaianas come sempre – che si rivelano meglio degli scarponi Ferrino), per arrivare a toccare la scritta Andaraì tra i monti (che mi aspettavo gigante e invece nao é gigante nao). Scendendo ci sono delle pozze di acqua rossa, e in estasi naturalistica mi tuffo.

La chiacchierata ha avuto per tema le ragioni e le conseguenze dei problemi legati alla sessualità e all’affettività per come è vissuta qui, Taijara ci ha raccontato la sua visione. Gravidanze a 13-14 anni, incesto, disgregazione famigliare. Il paradosso è che nessuno pensa siano cose normali… ma ormai sono così comuni, che nessuno fa niente.

06.08.10 – In casa non c’è acqua. Niente doccia? Amuchina gel? Vedremo…

Oggi si festeggiano i compleanni degli ultimi tre mesi al progetto, regali palloncini e torta. Torta non è torta, è “bolo”, cioè un rito. Si tratta di 4 o 6 o più torte, affiancate e impilate, con uno strato di marmellata tra i vari piani. Torte dolcissime, ricoperte di glassa bianca alta 2 dita, poi decorate con panna azzurra. Pittoresco e impressionante da vedere.

In serata andiamo a farci una birretta, chiedo ad un’amica quali sono le cose che ha fatto più fatica a capire di noi, quando è venuta in Italia: prima cosa, perché la gente lavori così tanto (lei lavora 8 ore al giorno, ma il modo è diverso), il nostro essere schiavi dell’efficientismo. Seconda cosa la chiusura delle persone, per andare da qualcuno devi farti invitare e fissare ora e data, qua vai e bussi alla porta (non c’è neanche il campanello, e internet e sms li usano anche loro).

07.08.10 – Ci portano a vedere le stelle… emisfero sud, cielo diverso come dice Lollo… parecchio diverso! La festa (che resterà per sempre nella mente di Michi) funziona così: l’ingresso è 4 R$ (un po’ meno di 2 €), per entrare devi scegliere se metterti il braccialetto verde/giallo/rosso (verde sei libero, giallo così così, rosso sei fidanzato)… e poi via di musica brasileira! E qui salta fuori un altro successo… REBOLATION…

08.08.10 – Stiamo caricando la cisterna. Siamo andati a Marimbus, che tradotto significa che il ritrovo è alle 9.00, ma in realtà la gente comincia ad arrivare alle 9.00… alle 10.30 ci siamo tutti e partiamo. 2 in moto e 10 nel cassone di un fiorino che non si apriva più, quindi siamo passati su un pick-up. Siamo passati attraverso i campi (una parte = km di strada nella foresta) del fazendeiro per arrivare al fiume, lì prendiamo le barche e cominciamo a remare tra le ninfee.

11.08.10 – Siamo andati con gli altri per monti e per cascate… tuffi e acqua rossa con tinte di nero (e con noi c’era anche Ace Ventura). Michi e Ste sono arrivati da Utinga con Enzo, sono in forma. Mancano solo Lollo e Giò. Al pomeriggio facciamo un giro in paese, e girando in gruppo siamo “gli italiani”… non più i 2-3 nuovi abitanti che lavorano al progetto. Ritrovarsi insieme è bello, ma si perde un po’ il senso di integrazione coi brasiliani. Le donzelle da Taijara a farsi smaltare le unghie e chiacchierare, il gusto nei loro occhi nel fare ciò… è un mistero.

Il gruppo… chi è più adulto tende, in buona fede, a voler dire come le cose vadano fatte. Siamo così, non abbiamo l’idea che ognuno possa trovare il suo modo… vogliamo sempre dire qual’è il modo giusto, e spesso pensiamo che il nostro modo sia quello buono per tutti. Siamo impostati così (ci hanno trasmesso un sapere razionale e infallibile, le nostre certezze sono solide). E forse siamo impostati male. Poi ci ripenso…

13.08.10 – Giò e Lollo pare si siano beccati un virus, così ha detto il medico del punto di salute… che è verde. Come verde è il CRAS (centro ricreativo), verdi sono le mura del progetto, delle scuole e di ogni edificio pubblico. Di più, anche la divisa di tutti quelli che hanno un impiego pubblico (finanziato dalla prefettura) è verde. E’ il prefetto che ricorda che tutto quello che è verde gli appartiene, l’ha fatto lui, tu con la polo verde sei di mia proprietà… ricordatene quando vai a votare.

17.08.10 – Adesso ultime chiacchiere che alle 2 se ne vanno tutti. Domani riprendiamo la vita brasiliana locale… per un certo verso ne sono contento. I giorni in giro tutti insieme… fa gruppo, vita comunitaria… ma facevamo un po’ conquistadores. Basta immaginare la scena di 10 persone che camminano l’una accanto all’altra al centro della strada… è diverso che passeggiare in 2 o 3 e fermarsi con chi si incontra.

 18.08.10 – Stasera mentre eravamo in piazza è arrivata la mia vecchia amica della casa di fronte (così si definisce lei) e mi ha regalato il CD della band musicale di suo genero… un sound bahiano un po’ mieloso, che in questo momento si diffonde per la casa.

Sempre lei, con fare un po’ voodoo, mi ha detto che “chi beve l’acqua di qui, qui deve tornare”.

Al progetto, ridendo e scherzando, ci han chiesto di pensare ad un’eventuale collaborazione per un progetto con gli adolescenti… lingue e informatica. Vedremo…

19.08.10 – Ho lavato un po’ di roba. La Sara dormicchia. La Giulia intreccia braccialetti tricolori (verde, bianco, rosso) da regalare agli amici di qui, souvenir italico. Le chiacchiere di ieri sera con Dacimar e la vecchia amica hanno avuto per tema i massimi sistemi, Dio, la Chiesa, la tutela della terra, l’ecologismo, il prossimo, la razza negra. Alcuni ragazzi dicono che se sei bianco a scuola non ti dicono niente, se fai la stessa asinata ma sei scuro… ti sospendono. I bianchi sono pochi, la preside lo è… e sicuramente se sei bianco, i tuoi sono amici suoi.

Oggi al progetto abbiamo preparato la festa della lettura che si farà domani. Si lavora con calma. Noi se dobbiamo fare 3 cose, le facciamo… poi facciamo una pausa (prima il dovere poi il piacere ti dice la mamma fino a sfinirti). Loro no, lavorando conversano, si prendono il tempo di un caffé e un succo, di salutare chi passa. Magari in due ore fanno quello che noi faremmo in una… dopo noi avremmo un’ora da riempire con altro (non è che ci aumenti il tempo libero per vivere meglio). Resta da vedere se il fare sempre di più, accumulare esperienze e attività… sia un valore così insindacabile. In fondo perché?

Coi tuoi colleghi hai un “rapporto-di-lavoro”… noi ci siamo scordati del “rapporto” e ci è rimasto solo il “lavoro”… forse dovremmo riscoprire i succhi di frutta.

22.08.10 – Ieri sera ci hanno fatto assaggiare l’acarajé, una poltiglia con un po’ di tutto e una pasta fatta coi fagioli bianchi… buono! Non esiste nessun sapore italiano che assomigli… è impossibile dare l’idea del gusto. Ad ogni saluto ci chiedono se torniamo, quando torniamo.

Ci stiamo scambiando mail e orkut (che qui facebook non lo usa nessuno).

Le relazioni le vivono in modo strano, ha del paradosso se vogliamo… sanno stranamente aspettare, sono capaci di dire “ti aspetto, ci vediamo tra due anni”… con l’espressione del volto che avrei io dicendo “buon viaggio, ci rivediamo tra due mesi”. Paradossalmente l’incertezza del futuro si fa certezza di una presenza che può attendere, non c’è nessun motivo per non farlo. Noi diremmo “eh… tra due anni… chissà dove sarò e cosa starò facendo… non ci vedremo più…”.

Magari hai un figlio a S. Paolo, un altro a Salvador, 3 qui, uno là. Sanno bene che anche a distanza le relazioni restano tali, e si portano avanti. Noi siamo un po’ meglio sul qui ed ora… ma sul saper aspettare, attendere, ricordare, fare memoria… siamo decisamente messi peggio.

Forse ci manca l’idea di saudade. Loro rievocano sempre “saudade di qualcuno/qualcosa”, noi tendiamo a dimenticare alla svelta per andare più leggeri verso il nuovo. Col rischio di accumulare e non tener stretto nulla.

23.08.10 – Siamo arrivati da dove siamo partiti, a Salvador. Attraversando il crogiolo di questa immensa, sguasta e affascinante capitale di gente ce n’è per tutti i gusti, e c’è la casa di Jorge Amado: è azzurra. Poi c’è la chiesa dei nobili tutta ricoperta d’oro… ma noi andiamo alla messa degli schiavi: partecipatissima e vivissima celebrazione.

25.08.10 – Siamo andati al mercato modelo per un po’ di compere, poi pranzo alla comida al kilo: intelligentissimo sistema che funziona al posto delle nostre mense/self-service, tu riempi il piatto, c’è un prezzo al kg, pesi il piatto, paghi quello che mangi, stop.

Pomeriggio alla chiesa di Bonfim… luogo dei famosi braccialetti dalla pedagogia interessante: non basta il solo desiderio, devi accompagnarlo da una promessa/un impegno… se la rispetterai, il desiderio si realizzerà quando il braccialetto si rompe.

Maglietta OLODUM comprata… ovviamente! Curioso che M. Jackson ci abbia girato un video insieme (They don’t care about us), loro lottano per i diritti della razza negra… lui non ha fatto altro che cercare di diventare bianco 😀 …

27.08.10 – Siamo stati in un villaggio playmobil, l’isola che non c’è, la terra delle fate. Si tratta di una zona turistica a un’oretta da Salvador… con villaggio da rivista Alpitour, spiagge bianche e palme spioventi. Lettini tranquilli e piscina, anfore in giardino, doccia in spiaggia… un mondo popolato esclusivamente da bianchi, con i brasiliani a fare le guardie al perimetro. Sembra finto.

Ma l’oceano che si insinua tra le dune a formare un fiume poco più in là… è vero. Uno scorcio di paradiso da film, mancava solo Morgan Freeman vestito di bianco.

28.08.10 – Salvador, ci sto volando sopra. Si riparte per l’Italia, via Lisbona. Stamattina abbiamo salutato tutti con un calcetto in spiaggia a ritmo di samba ;-).

by Davide Orlandini, Italy

Long distance relationship

I went to Turkey for love. Before falling in love with a Turkish boy, I was not even sure if I know where exactly Turkey was. But Turkey came into my life suddenly, sweeping me from my feet like a strong wave and considerately changing me. At first EVS was just a way to be there. It was a way to discover the world. It was a way to do something in a different way. It was an option to leave the routine behind me. It was an opportunity to change the environment, food, language, symbols, clothes, makeup and behavior. I didn’t know it would change me eventually into quite different person.

Time is a part of the measuring system used to sequence events, to compare the durations of events and the intervals between them.

I knew I would be in my EVS for a long time, one year, in a small city relatively close to the Aegean Sea. The city was sweet, but a bit too small for my taste. I thought I would stay in Turkey forever, I took my time adapting to my first impressions and steps in Turkish land. Now I think I was a fool taking everything slowly, time passed too quickly and I missed too many seconds, minutes, hours, days, weeks and months of precious EVS time. But I didn’t know how precious EVS time was back then. The main idea of EVS is to work in a social sphere and give your time to the ones who need it. The idea of EVS is investment of time, not direct money in people around you so that you could share the same time in spite of different backgrounds and curriculum vitae. Time in a Baltic region and time near Middle East are two different concepts. Baltic region’s time is for running, doing your thousands errands in one day, correcting mistakes, planning and wishing you had one more day to compete your work. Turkish time is timeless; there are no limits and units of time. “Five minutes later” can mean “five months later”. Turkish time was for enjoying days of no hurry, no stress, and no agenda. But the real trick was to find a compromise between two different time systems for me.

Wind of change

So in 2008 I was living in a different world, grasping new ideas and pictures, interesting conversations time by time, trying to memorize some moments and keeping them alive in my blog. I felt so close to writing back than, I felt creative. I let all impressions, little details about the differences between my county and Turkey pour into entries of seemingly insignificant blog I was keeping alive for years. Sometimes I read those entries and miss the feeling I had when I used to write- every day of my EVS life felt like I am so important, significant, interesting person. Every day was a small episode from Discovery Channel. Every day was a little lecture on the diplomacy between many nations and races; every day was a workshop for intercultural dialogue. Every day was a reality show.

I was far away from my comfort zone, I was expanding it, trying to learn Turkish language which was so much different than any language I had heard before. So first I had to learn the structure and open the package that comes with Turkish language just to get inside of this strangely attractive language. Sometimes I felt like an engineer, trying to find an innovative way how to get through some difficult situations, how to adapt, how not to get homesick too much, how to find a way to communicate in one language if most of the people cannot understand each other verbally. But we did understand each other eventually.

“I’m your biggest fan, I’ll follow you until you love me, Papa-paparazzi”..

Then I got to the point that EVS is a way to understand the feelings of celebrity in a room full of photographers and flashlights. EVS and Turkey spoiled me little bit with attention. I was so much more interesting person to them than the „real me” in Latvia – my hair, my nose, my „colorful” eyes as they used to call them, my accent, my origins, my parents and their income level, my ring, my marital status, my height, my weight, the changes in my body and mood, my ideas, my freedom- it was all a matter of mass interest. Wherever I went, I felt noticed. Sometimes I was also followed. But usually I was fed by old ladies in the bus, I was holding screaming babies of strangers, I was given ten thousands instructions how to get to the train station and finally taken in a car of somebody’s cousin to get me to the train in time. I was told the intimate details of their lives on the main streets of Istanbul, I was photographed by strangers and asked about Latvia so much that at some points I thought I can work in Latvia’s embassy as a representative person.

As for a comfort zone…

I totally changed the size of it. Suddenly things were more flexible. Things started to change around me. There were fewer limits. I could take a microphone in my hand and stand in front of more than fifty people and speak in English like I had done that before EVS so many times in my life, like I was not deadly scared to speak up in front of audience in Latvia. The fear disappeared. I got free from stereotypes. I ignored stereotypes. I made my own stereotypes. Everybody talked about economic crisis but I felt like I am in a Disney movie, I never felt so safe in my life as in Turkey. I got to know the people who changed me, or probably they just showed some parts of me I was hiding beneath some social codes and rules. I want to think I also changed somebody at least little bit – the students I was teaching English in my EVS project and telling them how great opportunity EVS is, also that guy I spoke once near the market for nearly an hour, the girl who wanted to become a journalist but was afraid to resist her parents will who said it is not a profession for a girl.

I came to Turkey for a love, but as a couple I and my Turkish boy did not make it till the end of my EVS. But I left Turkey with a bigger love. I fell in love with Turkey. I came back as a better person; I was sure what I want from my life. And although we have a long distance relationship with Turkey now, I still see my EVS life in dreams. I take the same bus B5 to get home from university, I walk the same streets, I smell freshly baked bread simit and I smile to people on the streets I barely know. It’s the most perfect relationship in my life, me and Turkey, we understand each other, and still she is always there for me.

by Santa Jana, Latvia

Non esistono che macerie

I rom sono avezzi alla rassegnazione, da secoli.

Nelle conversazioni con tanti e diversi tipi di rom avute negli ultimi mesi ricorre questa loro rassegnazione velata di lamento, che colpisce così come la loro resistenza passiva al cambiamento.

Me ne parla Vasile, sorridendo, mi parla anche di un po’ di storia, a modo suo.

Mi dice di come sotto Ceausescu gli ungheresi perdettero l’uso della loro lingua e i rom la loro maggiore caratteristica: il nomadismo, caratteristiche incompatibile con il senso di unità nazionale che Ceausescu voleva.

E fu così che il dittatore decise di confinare i rom in quartieri ghetto ai margini delle principali città rumene, estirparli dai loro lavori tradizionali inserendoli nelle cooperative di lavoro forzate ed impedire qualsiasi riferimento alla etnia cui essi appartenevano.

Soffrivano i rom, avevano case, ma non avevano acqua, luce o gas, non avevano più neppure loro stessi.

Stavano diventando solo romeni e non rom romeni come Ceausescu voleva?

No, o almeno i romeni non la pensavano così.

I romeni probabilmente vedevano nelle proprietà non volute dei rom di allora una possibilità per potersi ricollocare, ammodernare, abbandonare i block più decadenti e ripartire proprio da lì, dalla periferia.

I rom vennero allora sistematicamente cacciati dalle città, spesso con la violenza e indifesi si rifugiarono nelle campagne e come è nella loro natura aspettarono tempi migliori per ritornare, chissà magari con la democrazia.

Il punto è che i tempi migliori non vennero, non sono venuti e probabilmente non verranno mai.

La democrazia mi chiede Vasile, cos’è la democrazia? E sorride, mi indica i dintorni di questo quartiere.

E’ furbo Vasile, lo so.

Mi guarda strano e io capisco che per lui questa è una conversazione ridicola.

E allora taccio, penso a cosa fosse la democrazia dei diritti.

Una matrioska russa forse.

La apri e ve ne è un’altra dentro e un’altra ancora e ancora, così all’infinito, senza mai risposta.

Così è in romania oggi, perché la Romania e la sua burocrazia non è mai chiara, in niente.

Conversare con chiunque diventa un rimbalzo senza fine, un se, un ma, un forse e il più delle volte non si capisce nemmeno con chi dovresti parlare, sono capaci di rimbalzarti di persona in persona per tre volte e ti vien quasi da ridere perché quelle stesse tre persone sono tutte nella medesima stanza di 2 metri quadrati.

Ma il diritto ad una vita dignitosa è un diritto, non è una matrioska e non è nemmeno una conversazione di se e ma.

E’ un diritto.

L’abbiamo dimenticato solo perché se non c’è non c’è, non è sanzionato, nessuna legge impone il godimento di tale diritto.

Lo fosse ce lo ricorderemmo più facilmente.

Se lo ricorderebbe la Romania, che magari applicherebbe, e farebbe applicare ai suoi dipendenti, i bei trattati sui diritti umani accuratamente ratificati che fanno bella mostra nella costituzione e nelle leggi rumene.

Assolutamente fedeli agli originali quei trattati, non una virgola, non un se o un ma in più.

E che dire dei diritti delle minoranze, una prolissa legge ne assicura ogni diritto.

Il diritto allo studio, a non essere discriminati, a parlare, scrivere e coltivare la propria lingua, ad essere aiutati per il conseguimento di una vita dignitosa e via di seguito, legge perfetta.

Carta straccia.

È qui che torna prepotentemente la matrioska, bambolina graziosa in apparenza, terribile averci a che fare.

Immagino nel primo strato la legge, curata nei dettagli, ogni postilla è lì, ogni se e ma di un dipendente comunale che mentre assegna le case comunali ai più poveri pone in ultima fila le domande redatte dai rom.

Poi apri ancora e vedi che la bambolina più piccola è la giustizia, che non esiste.

Non esiste mai giustizia o almeno io non la vedo.

Apri ancora e quella più piccola ancora è la dignità che la democrazia avrebbe dovuto dare a questa minoranza, l’ho cercata in questi mesi da queste parti, ma non l’ho trovata.

E poi ce n’è un’altra e un’altra ancora, ci sono le condizioni deplorevoli dei bambini che vivono più in strada che in casa, e per i pochi cui possiedono un ambiente familiare che possa chiamarsi tale languono a scuola in classi ghetto formalmente abolite nel 2007, ma tuttora rinvenibili in tutto il paese.

Ci sono i maltrattamenti, il disprezzo, il dolore.

Resisto all’impulso di parlare ancora.

Guardo la punta delle scarpe, siamo qui, in questo quartiere di baracche alla periferia di un paese di poche anime e aspettiamo ci invitino ad entrare.

Mi vergono della democrazia dei diritti che non esiste, in cui ostinatamente continuo a credere.

Vasile sorride ancora, un sorriso bello il suo.

Fa freddo.

La persiana rotta sbatte nel vento gelido rumeno, ma la padrona di casa è calorosa e tanto basta.

Non c’è pavimento qui dove siamo ora, sento la terra nuda e mi concentro su di essa, non lo riesco a guardare negli occhi Vasile.

La visita è finita, mi alzo, mi fa ancora cenno di guardare, non esistono che macerie, lo so.

 by Danila Zizi, Italy

Dunkel wie der Tag, hell wie die Nacht

„Magst du Hitler?“, fragt mich der kleine Afghane ganz nebenbei beim Kickerspielen. Er ist vielleicht gerade einen Meter zwanzig groß und zwölf Jahre alt. Mein Mitspieler und Mitarbeiter Jon fängt an zu lachen. So sehr, dass es ihm Schwierigkeiten bereitet, konzentriert weiter zu spielen.

Ali wundert sich währenddessen, weshalb ich so verlegen werde und Jon so lachen muss. „Wieso, was ist los?“, fragt er. Ich sei doch schließlich aus Deutschland, versucht er zu erklären, und viele aus seiner Klasse mögen ihn doch auch. Es ist eine seltsame Situation.

Was ist Norwegen?

Vor fünf Monaten bin ich vom Mittelpunkt Deutschlands an den Mittelpunkt Norwegens gereist. Hier lebe ich in der Kleinstadt Steinkjer.

Es gab eine Zeit, in der ich dachte, ich würde das Land kennen, welches ich schon drei Mal im Urlaub bereist hab. Ich dachte, ich begreife das Gemüt der Norweger, da für ein Jahr ein norwegisches Mädchen in meiner Familie in Deutschland lebte. Ich dachte, ich weiß, wie ein EVS hier läuft, da eine Freundin von mir schon ein Jahr als Freiwillige in Norwegen verbracht hat. Ich dachte, mich erwartet eine seltsame, heile Welt im Norden Europas, geprägt durch den Wohlstand vom Öl und der wunderschönen Landschaft. Doch trotzdem ist alles anders als erwartet.

Langeweile,…

Jetzt sitze ich hier in meinem Jugendzentrum im Foyer und schreibe. Gerade habe ich einen Film für die überwiegend immigrierten Jugendlichen gestartet, damit sie beschäftigt sind. Matrix, „kjedelig“ sagen sie mir. „Langweilig“, das Wort hab ich schnell gelernt, denn es fällt hier oft. Wie kann der Film je langweilig werden, frag ich mich? Es ist Der Film meiner Jugend! Obwohl ich mich mit 23 Jahren noch nicht sehr alt fühle, merke ich, dass ich es hier mit einer anderen, neuen Generation zu tun hab. Die Aufmerksamkeitsspanne ist noch kürzer und die Fantasie anscheinend noch geringer. Viele Sorgen mach ich mir deshalb allerdings nicht. Das alles hat man auch schon uns vorgeworfen.

…Wohlstand und Ambition,…

Ich denke nach. Warum bin ich hier? Ja, ich liebe die Landschaft. Das ist hört sich gut an, deshalb bin ich hier. Wegen der Berge und Fjörde, der eiszeitlich glattgeschliffenen Felsen, der kleinen roten Holzhütten im scheinbaren Nirgendwo, der ruhig grasende Elche, die nur in der Jagdsaison oder von selten vorbeifahrenden Autos aufgeschreckt werden.

Trotzdem bin ich auch wegen des Wohlstandes hier. Wo sonst wird so viel Geld in soziale Projekte gesteckt wie hier. Wo sonst hat ein einfaches Jugend- und Kulturzentrum in einer Kleinstadt Technik wie ein kleines Foto- und Musikstudio? Eine große Bühne mit Lichtanlage und Soundtechnik, um ein Musical oder wahlweise auch ein Rockkonzert für 500 Mann zu veranstalten? Mehrere Foto- und Videokameras? Auch genau deshalb bin ich hier.

…soziales Engagement,…

Vor mir spielen zwei Jugendarbeiterinnen „Activity“. Sie kommen ein Mal die Woche mit zwei behinderten Kindern, um ihnen ein bisschen Abwechslung zu bieten. Dabei wälzen sie sich vor Lachen auf dem Boden als sie versuchen Tiere zu imitieren. Die Behinderten schauen verwundert zu. Zum Glück fangen auch sie schließlich an zu lachen. Einer der vielen schönen Momente hier.

…arktische Kälte und Dunkelheit,…

Draußen ist es kalt. Winter. Man hat mich vorgewarnt, daher bin ich gar nicht so geschockt oder betrübt. Siebzig Zentimeter Schnee sieht man in Deutschland nicht so häufig. Die Norweger scheinen hier mehr Angst vor dem Winter zu haben als ich. Sie jammern schon bei fünf Grad unter null und erzählen im gleichen gefrierenden Atmenzug, dass es die nächsten zwei bis drei Monate zwischen minus 20-30 Grad kalt sein wird. Für mich ist es vielleicht neu, aber für sie ist es leidige Normalität. Schon öfter haben sie das durchgemacht in ihrem Leben und sehen offensichtlich absolut keinen Grund nicht zu klagen. Dass die Sonne schon gegen zwei Uhr nachmittags untergeht, ist hingegen schwieriger zu verkraften.

Kein Wunder also, dass es langweilig ist. Spazieren gehen oder Langlaufski fahren, dass reizt nun wirklich nur die wenigsten Jugendlichen. Filme sehen und Playstation spielen, damit kann man schon eher locken. Eigentlich ein bisschen schade bei den Möglichkeiten, die unser Zentrum zu bieten hat.

…bärtige Wikinger mit von Kautabak gebräunten Zähnen,…

Ich bin sehr froh in Steinkjer zu sein. Ich habe das Gefühl, hier alles zu erleben, was Norwegen ausmacht. Die Landschaft ist schön, aber nicht spektakulär. Die Stadt ist farblos und kann sogar hässlich sein, wenn an manchen Tagen der Gestank der Schweineschlachtanlage durch die Straßen zieht. Doch auch das ist Norwegen.
Ich treffe hier verschlossene, bärtige Wikinger. Harte Männer und schöne, blonde Frauen. Es gibt auch hier genauso dicke und dünne Menschen, große und kleine, Frauen und Männer, wie wohl überall auf der Welt. Jedoch sind hier die Dünnen dünner und die Dicken dicker. Während die Einen sich ständig in der Natur bewegen, egal bei welchem Wetter, haben die Anderen mit der typisch norwegischen Nahrung zu kämpfen: Hotdogs, Tiefkühlpizza, Tacos und Kartoffelchips.

…seltsame Trinkgewohnheiten, große Offenheit und große Unverbindlichkeit…

Wenn ich manchmal abends in einen der zwei Pubs gehe, treffe ich auf die berüchtigten skandinavischen Trinkgewohnheiten: Wer trinkt, trinkt maßlos, obwohl das Glas Bier zehn Euro kostet. Als gäbe es kein Morgen, was im Winter auch zutrifft. Mit etwas Glück werde ich zu einem „Nachspiel“ eingeladen. Der Ausdruck bezeichnet die spontanen Privatfeiern wenn die Pubs um halb drei schließen. Wenn ich dann eine Tasse selbstgebrannten Schnaps in der Hand halte, kann ich mich als einer von Ihnen fühlen. Leider nur bis zum nächsten Morgen, denn trinkende Norweger haben die schlechte Angewohnheit sich am nächsten Tag an nichts mehr zu erinnern.

Auch ich esse Fisch und Kartoffeln und einen ganzen Haufen Tiefkühlpizza. Verkrieche mich im Winter in meinem warmen Zimmer und versuche halbherzig Kontakt zu Norwegern zu knüpfen. Nicht so ganz einfach.

…und Individualismus durch Abgeschiedenheit.

Dem kleinen Jungen vom Kicker konnte ich schließlich eine Antwort geben. Nein, ich mag Hitler nicht! Keine weiteren Erklärungen, keine Zeit – das Spiel schluckte zu viel Aufmerksamkeit.

Es macht mich glücklich ihm eine schöne Zeit zu bieten. Und vor allem bin ich froh, dass mein Jahr in Norwegen mir viel mehr zeigt, als ich vorher schon zu wissen meinte. Denn das ist schließlich der Sinn eines Freiwilligendienstes.

Das ist Norwegen. Meine kleine, sonderbar schöne Welt im Norden Europas.

by Stephan Klingebiel, Germany

Echantillon d’humanité en toute humilité

Volontaire: maillon greffé, rouage d’un mécanisme déjà bien huilé, le volontaire donne de son temps et de sa présence, à la satisfaction de ses envies, au service d’une communauté. Le volontaire y met son grain, se glisse entre les mailles d’un système tissé de toute part, à lui de trouver sa place, à part entière, une valeur ajoutée à fructifier, distincte et originale dans son rôle et dans sa fonction. Une définition évasive qui permet une certaine liberté d’action, ni ancrée dans un formalisme de tâches pré-définies, ni soumise à une autorité hiérarchique. La valeur philosophique du travail en tant que mission (…) reprend tout son sens.

Son manque de description détaillée, de visibilité dans les politiques de jeunesse, empêche une description claire et simple de sa place dans la structure, il peut tout faire à la fois, compléter les activités des autres, en trouver d’autres, il s’essaie à tout, il requête, s’informe, enquête, recueille.

Choisir de donner de son temps, vouloir se consacrer à une cause, quel quelle soit, celle des autres, selon des choix personnels.

Choix : le fait qu’une décision devienne personnelle. Le fait de trouver une décision personnelle à prendre et à tenir

Le choix est une denrée rare en milieu professionnel;

Milieu professionnel : milieu où le choix des décisions revient à l’échelon hiérarchique le plus élevé.

S’impliquer dans un engagement sincère, désintéressé de toute ambition arriviste, de toute récompense financière, le mérite se tient à sa propre valeur humaine, et non au seul critère reconnu aujourd’hui, celui d’un nombre à virgules, incertaines trace d’encre qui peuvent entacher toute une vie, à mesure qu’elle se balance, de gauche à droite, d’un chiffre à l’autre.

Etre volontaire, c’est le rester à vie. Une fois qu’on y a goûté, on ne s’en lasse plus. Nombre d’entre eux veulent le rester, car en tant que volontaire, la marge de manoeuvre est paradoxalement plus large. S’offre au volontaire la possibilité de réaliser ce qu’il aime, de produire des actions qu’il aura choisi en concertation avec une équipe, de s’approprier toutes les étapes de son projet comme émanant de ses propres envies.

La fonction du volontaire, variable et modifiable à volonté, peut donc s’étendre, s’élargir, mué par un nouveau souffle, cet élan comparable à celui de l’enfance, quand, investi d’une force nouvelle, le monde nous appartient, et c’est avec lui qu’on veut agir. Puis les années passent, on n’agit plus, l’action appartient aux plus jeunes, on ne fait que réagir, une opinion sur tout, un tout comme opinion, généralisante pensée qui ralentit, freine, stoppe puis paralyse jusqu’à effacer de toute mémoire, le souvenir même lointain d’un sourire rendu pour un service offert.

Le volontaire européen mué par la liberté de mobilité, géographique et professionnelle, se gorge d’expériences nouvelles, de rencontres enrichissantes, découvre les facettes d’un monde humain, auparavant insoupçonné. Il est attendu, accueilli dans un nouveau cadre, à la fois surprenant et original, qui en devient vite familier. Une place lui est déjà destinée, il pourra alors y jouer un rôle différent de celui auquel il a toujours était cantonné.

Prendre en main sa vie, la chercher, ne cesser de la chercher, à l’angle de la rue, au coin d’un carrefour, à l’entrée d’une nouvelle ville, en sens inverse ou tout azimuts. Prendre en main sa vie ou la rattraper aux pas de course. Du vague à l’âme aux ondes de choc, à chaque instant sa secousse, chaque vie sa suspension.

Sa personnalité en formation se nourrit de découvertes permanentes qu’il vit au quotidien, à différents degrés, de l’exceptionnel aux petits riens ordinaires, il acquiert ce don de curiosité, jouir des moindres plaisirs, rechercher l’inattendu, repenser sa vie, se forger un arsenal d’outils et de facultés, propres à l’épanouissement personnel et l’accomplissement professionnel. Sa grille de lecture du monde est enrichie, ses critères et codes de conduite se complètent d’autres dimensions humaines.

Le temps lui est accordé de repenser sa vie et la place qu’il veut y jouer. D’autres perspectives s’ouvrent notamment celle de la liberté de mouvement qui éveille en lui toute une gamme d’opportunités; à peine arrivé, il recherche déjà les moyens de réitérer ce genre d’expérience, de partir une nouvelle fois pour vivre à nouveau ce qu’il n’est pas prêt d’oublier.

“Je me souviens de ce bâtiment derrière le jardin des vestiges, des ruines et du jardin laissé là à l’antique, à l’angle de ce carrefour des plus modernes, laissé là à la volonté des automobilistes de ne pas ralentir pour voir ce jardin resté là à la vue des passants. Puis ce centre d’art, bordé par un café, j’aurai voulu y entrer, j’aurai du répéter ces journées”.

Il nous faut de la volonté, des raisons pour y repenser, un rien pour s’en souvenir. Vivre dans le passé multiple, passer d’une époque à une autre, il y a quelque chose de rassurant, paisible, le passé n’est plus, plus rien ne peut s’y passer. Des anecdotes consolantes, d’autres encore présentes, tiens je m’y revois encore, ce jour dernier qui aurait pu être la veille au soir.

Etre volontaire, c’est se nourrir de souvenirs, de moments partagés encore longtemps après, c’est combattre l’ennui et la solitude, c’est redonner corps et raison aux relations humaines, à la rencontre d’un instant, qui par son caractère interculturel, s’enrichit d’anecdotes croustillantes, de points de vue et de perceptions diverses, sur le monde et les hommes.

La recherche de l’autre, la connaissance de l’autre s’établit de façon naturelle. Un peu réservées au début, les conversations prennent des formes débridées par la suite, s’approprient tous les sujets sans autre volonté que celle de découvrir.

Les grilles de lecture qui définissent l’individu sont variables d’une culture à l’autre, d’un pays à l’autre. L’autre nous apparaît alors selon nos propres critères, notre bagage culturel et sociétal. On ne juge qu’à travers ce qu’on connaît. Il en advient quelques petits malentendus, incompréhensions dus à la méconnaisse de l’autre culture et de ses moyens d’expression, comme le langage, verbal et corporel. Cependant ces petits ratés, qui en réalité n’en sont pas s’ils sont nommés et reconnus, viennent enrichir les discussions qui tourneront autour de la langue (un simple mot décrit, décrypté, autopsié sous toutes ses formes peut enrichir de longues discussions), autour des pratiques culturelles et bien d’autres thèmes. Les sujets sensibles susceptibles de susciter mécontentement et refus dans notre société seront débattus avec moins de formalisme et de rigidité. La religion ou l’immigration en sont des exemples.

Le fait de ne pas appartenir à une même société changent nos codes et nos rapports, nos jugements de valeurs s’en trouvent ébranlés. Les grandes lignes sont souvent les mêmes, issues en majorité de la religion chrétienne, mais nombreux sont les aspects particuliers à telle ou telle culture. Tout en aspirant au même destin, celui d’être heureux, tout en ayant les mêmes préoccupations sur l’avenir, on perçoit le monde et l’autre différemment. La rencontre interculturelle freine les élans de nationalisme, les idées arrêtées et les jugements hâtifs. Ces différences culturelles sont si nombreuses qu’elles ne peuvent être combattues car faisant partie d’un ensemble, elles en sont sa substance vitale; s’en suit une tolérance de fait dans l’acceptation de l’autre et de sa diversité comme repère de notre propre culture. La fierté de notre culture, loin de toute acception nationaliste, peut alors s’afficher dans toute sa splendeur.

Les préjugés et stéréotypes dont nous sommes tous nourris reflètent un rapport à la différence dénaturé, qui se réduit à une image négative et souvent burlesque de l’autre,  perçu, aux premiers abords, comme habitant d’un pays, puis comme membre d’une culture et enfin, si le temps et le hasard nous le permet, comme personne singulière.

La différence nous apparaît marginale, nous préférons l’isoler dans des catégories, des dénominations, pour mieux la soumettre, soumission qui n’a d’utilité qu’en sa faculté de rassurer des peurs communes éveillées par la figure de l’étranger.

Nous en avons peur, mais pourquoi? Du souvenir des invasions barbares? qui se traduisent de nos jours par les débarquements massifs d’immigrés dont les images, pris d’assaut par les médias, insufflent crainte et méfiance au sein de la population sans même y apporter une once de compassion et d’empathie. Nous avons grandi dans la conviction que notre espace doit être défendu, qu’il n’y a pas de place ni de ressources pour tous, Que seuls les plus méritants ont le droit au bonheur. Selon quels critères?

Dans la rencontre interculturelle, tous ces critères, auxquels on se conformait sans distance critique, sont remis en question. D’autres viennent les compléter, les contredire. Toutes ses différences empêchent la proclamation d’un ordre supérieur, d’opinions-vérité, de savoir-faire et savoir-être dominants.

Il n’y a plus de culture dominante, une et unique. Le paradigme actuel réside dans la diversité culturelle qui fait partie de chacun de nous.

Etre volontaire, c’est être prêt à briser toutes ces certitudes, connaître des états troublés qu’amènent les réflexions et prises de conscience vécues lors de telle expérience, c’est accepter de se former à nouveau, c’est oublier tous ces acquis et connaissances qui faisaient la force de sa personnalité, pour en devenir vulnérable, instable mais bien plus ouvert à d’autres vérités. On accepte de s’affaiblir un peu pour construire des fondations plus solides et pérennes.

Etre volontaire, c’est de ne jamais finir de penser, de repenser, ses choix, ses actes, les épreuves de la vie. On balance le tout, le pèse et le sous-pèse, on envisage; des idées longtemps enfouies redeviennent de l’ordre du possible. Des idées nouvelles, des envies anciennes, le tout dans un autre cadre, à choisir.

Etre volontaire, c’est ne plus être seul, dans ses choix atypiques, dans son cheminement qu’on pense hors catégorie, les chemins de vie sont si vastes, à la portée de tous ceux capables de prendre la décision de changer, partir, grandir.

by Céline Hergott, France

Die deutsche Gesellschaft ist am Ende Zurückkommen und sein Land mit anderen Augen sehen

Alles begann als ich aus meinem Freiwilligendienst in Kolumbien wieder zurück nach Deutschland kam.

Ich wurde eigentlich immer für eine typische Deutsche angesehen, nicht nur vom Aussehen, sondern auch charakterlich – was das heißen mag, darüber bin ich mir selbst nicht im Klaren. Als ich aber zurückkam nach einem Jahr sozialer Arbeit in Kolumbien, konnte ich das Deutschland, was ich immer so gelobt hatte, auf einmal nicht mehr ertragen. Noch schlimmer, es machte mich richtig depressiv, weil ich mich ständig unter Druck gesetzt fühlte ohne überhaupt zu wissen von wem eigentlich.

Mit der Zeit merkte ich, dass ich nicht die einzige bin, die diesen Druck fühlt. Auch in der Universität schilderten viele Studenten, dass sie einem totalen Stress und „Workload“ ausgeliefert seien, obwohl sie einer Studie nach im Durchschnitt weniger als 26 Stunden in der Woche für das Studium arbeiten. Wenn ich meine Woche und die meiner Freunde so betrachte, dann scheinen mir die 26 Stunden auch durchaus realistisch. Warum fühlen wir uns so gestresst und unter Druck gesetzt, obwohl wir eigentlich doch Zeit haben und unser Lebensunterhalt gesichert ist?

In Kolumbien hatte ich so eine Art von Stress nicht, ich hatte immer ein Lächeln auf den Lippen und nahm die Dinge leicht. In mir entwickelte sich eine Art Grundvertrauen in das Leben, eine materielle Bescheidenheit, eine große Lebenszufriedenheit und ich fing an mich über jeden Windhauch zu freuen.  Diese Lebenseinstellung, die ich mir von meinen kolumbianischen Freunden abgeguckt hatte, wollte ich unbedingt in Deutschland beibehalten, denn es lebte sich wunderbar auf diese Weise. Als ich, zurück in meiner Heimat, merkte, dass ich immer wieder an der Umsetzung meiner Vorsätze scheiterte bzw. scheitere, habe ich angefangen mir intensiv darüber Gedanken zu machen, warum das so ist.

In einer Phase der Grübelei und Reflexion- vielleicht auch der Identitätsfindung- puzzelte ich mir ein Bild zu recht über unsere Gesellschaft und Kultur:

„Stillstand ist Rückschritt“, Gewinnmaximierung, „Mein Haus, meine Frau, mein Auto“, „Wir müssen produktiver werden!“,Schweizerbankkonten, „Du musst zu den Besten gehören, sonst bekommst du keine Jobs!“, „Guck bloß, dass du nicht zu kurz kommst.“ …

Das sind Sätze und Schlagworte, die uns regieren. Unsere Gesellschaft ist „Haben-orientiert“ und will immer noch mehr, denn „Stillstand ist Rückschritt“. Nicht nur unsere Wirtschaft ist kapitalistisch, sondern unsere Kultur ist es auch geworden, unter dem damit verbundenen Druck leiden die meisten. Es geht in so vielen Bereichen des Lebens nur noch um besser und mehr. Dabei gibt es inzwischen Studien, die besagen,  dass man ab einem gewissen finanziellen Niveau durch mehr Geld nicht mehr an Lebenszufriedenheit hinzugewinnt.

Wenn man aus einem weniger entwickelten Land zurück nach Deutschland kommt, wird einem bewusst, dass wir schon alles haben, was man braucht. Es mag Ausnahmen geben, aber ich behaupte, dass wir auf einem so hohen materiellen Niveau leben, dass es nichts Materielles mehr gibt, was wir wirklich brauchen und durch sparen nicht erreichen könnten. Die „Gewinnmaximiererei“ hat uns also dahin gebracht, wo wir sein wollten, denn unser Hab und Gut befriedigt weit über die  Grundbedürfnisse hinaus. Damit sind wir am Ziel angekommen, mehr gibt es da nicht zu holen, mehr brauchen wir nicht. Wir sind am Ende!

Am Ende zu sein hat meist eine negative Konnotation, wenn es sich jedoch um ein Ende durch das Erreichen eines Zieles handelt, dann ist es doch sehr positiv. Und man darf nicht vergessen, jedes Ende bietet die Möglichkeit eines Neuanfangs.  Jeder Neuanfang mag schwer sein, aber er bietet die Möglichkeit sich neue Ziele zu setzen und dadurch über sich hinauszuwachsen, was ja nach unserer jetzigen Kultur sehr erstrebenswert ist.

Wir wollen uns steigern, brauchen neue Ziele, wie machen wir das? Wir brauchen letztlich eine Kulturrevolution ein gemeinschaftliches Umdenken oder bessergesagt Weiterdenken.

Wenn wir aus alten Zügen weiterentwickeln und von Gewinnmaximierung auf Effizienzsteigerung kommen, dann ist der nächste logische Schritt unsere Definition von Effizienz von dem Faktor Geld auf immaterielle Lebensqualität zu übertragen.

Wenn man sich das Leben eines erfolgreichen Geschäftsmannes anguckt, dann arbeitet er in seinen jungen Jahren viel und hart, scheffelt Geld und merkt, dass das Geld allein, keine Verbesserung seiner Situation mit sich bringt. Ein Bekannter erzählte mir einst, dass er früher durch die Stadt ging, viele Sachen kaufen wollte, aber nicht konnte, weil ihm das Geld dazu fehlte. Danach machte er Karriere und verdiente das Geld. Zu seiner Enttäuschung kann er die Sachen, die er im Schaufenster betrachtete,  aber immer noch nicht kaufen, denn er schafft es leider nur sonntags überhaupt in die Stadt und dann sind die Geschäfte schon zu.

Mit dieser Erkenntnis wird er wahrscheinlich sobald er genügend Geld hat in den Frühruhestand gehen, um den Rest seines Lebens in Ruhe genießen zu können. Wenn wir diese Anekdote jetzt auf unsere neue Idee von Effizienzsteigerung übertragen, dann würde daraus das neue Ideal der 4 Tage Arbeitswoche bzw. der Arbeitswoche ohne Überstunden folgen. Wie schaffen wir es bei gleichem materiellem Wohlstand die Organisation der Produktion und Dienstleistungen so zu verbessern, dass wir weniger arbeiten müssen und mehr Freizeit haben. Dabei ist es auf keinen Fall eine Lösung, die Rohstoffe günstiger aufzutreiben, damit die Entwicklungsländer noch stärker auszubeuten, sondern hier ist der Gesellschaft wirklich eine Herausforderung gestellt: Wie können wir genauso gut und viel produzieren ohne soviel arbeiten zu müssen und –ganz wichtig- ohne anderen Mitmenschen oder der Natur dadurch zu schaden?

Da komme ich auch zu einem weitaus bedeutenderem Punkt. Der Mensch ist von Grund auf kooperativ und im Vergleich zu anderen Primaten sogar altruistisch veranlagt, hat Michael Thomasello, ein renommierter Anthropologe, herausgefunden. Weiter erklärt er, dass dies nicht bedeutet, dass der Mensch sich nicht gegen sich selbst -nämlich andere Menschen- richtet, sondern dass der Mensch innerhalb seiner Gruppe kooperativ ist und gerade dieses Gruppendenken oft zu Leid und Krieg führt.

Wohin führt dies also? Wir müssen logischerweise, um Leid und Krieg gering zu halten, unsere Definition von Gruppe ändern. Wenn wir unsere momentane Gruppenstruktur beschreiben sollten, dann würde ich behaupten, dass wir unsere Gruppen zunächst einmal in Form von Nationalstaaten definieren. Meine Gruppe ist also Deutschland.

Die EU, ist eigentlich schon ein wirklich großartiger Schritt in die richtige Richtung –Bildung einer globalen Kooperationsgruppe- gewesen, denn er führt dazu, dass wir unseren Nationalstaat um 26 Staaten vergrößern. Leider fand die EU wenig Anklang bei der europäischen Bevölkerung und es handelt sich bei Europa bisher ja auch nur um einen westlichen Kontinent mit insgesamt hohen Lebensstandards. Auch die Bewohner der anderen Kontinente sind Menschen und sollten nicht von uns ausgeschlossen werden. Darüberhinaus sind wir alleine nicht überlebensfähig, wir sind auf die Zusammenarbeit aller angewiesen, denn wenn z.B. der Bevölkerungswachstum nicht gemeinsam angegangen wird, dann werden bald Massen an Menschen verhungern und das wird auch unserer Lebensqualität ein Ende setzen. Wie Thomasello herausfand, entwickelten sich die Kooperationsgruppen aus dem Gedanken, der heute einer Solidaritätsgemeinschaft gleich kommt: „Dadurch, dass man anderen hilft, hilft man auch sich selbst.“ Durch die Gruppe gelangt jeder in einen höheren Zustand, als man allein je gelangen könnte.

Wir brauchen also eine Kooperationsgruppe, ein Denken, das die ganze Gattung Mensch und darüberhinaus das für unser Leben notwendige System Erde -dazu gehören Tiere, Pflanzen, Gestein etc.- miteinschließt.

Dieser Schritt, dieses Weiterdenken, wäre geradezu großartig  und revolutionär, er würde die Humanität der Menschheit beweisen. Und damit würde sich die deutsche Gesellschaft dann auch nicht abschaffen, –Grüße an Sarrazin[1]– sondern sie würde sich der Welt öffnen, welche dann gleichsam auch uns offen steht. Die Griechen, die Türken, die Afrikaner, die Russen, die Juden, die Muslime in Deutschland sind damit nicht unser Untergang  sondern unser Ausweg.


[1] Sarrazin ist ein ehemaliger Politiker, der in seinem pseudowissenschaftlichen Buch „Deutschland schafft sich ab“, erschienen 2010, aussagt, dass die Zuwanderung und Migration nach Deutschland zur Abschaffung Deutschlands führt.

by Oda Budny, Germany